viernes, 11 de noviembre de 2016

Ganó Trump

Muchos de los comentarios que circulan por las redes y se leen en los periódicos delatan autores que odian a Trump y están desesperados, como si su triunfo fuera un acontecimiento que anuncia el fin del mundo o como mínimo una guerra nuclear.

Pero no entiendo que haya razón para alarmarse conociendo un poco cómo funciona la democracia en Estados Unidos. Allí quien hace las leyes es el parlamento, no el Presidente que ni siquiera tiene escaño ni voto, aunque sí veto.


Tampoco existe disciplina de partido que imponga el sentido del voto a todos sus miembros. Cada ley recibe votos a favor o en contra de los congresistas y senadores que la ven bien o mal respectivamente, sean del partido que sean. Cada parlamentario se debe a sus votantes, no al partido. El concepto de "disciplina de partido" no saben ni lo que es.

En España, por ejemplo, sobran todos los diputados y senadores que cobran por ir disciplinados a votar, bastaría con uno solo por cada partido con un voto ponderado y nos saldría mucho más barato. Pero éste es otro tema. Volvamos a USA.

Digo esto para mostrar que un presidente que estuviera chiflado y quisiera sacar leyes absurdas no podría. La separación de poderes es verdadera y el presidente es el ejecutivo, no el legislativo.

Nunca se pueden producir cambios bruscos porque el Senado se renueva en un tercio cada dos años y los senadores están en sus cargos por 6 años.
Todas las leyes tienen que ser aprobadas por el Senado y por la Cámara de Representantes y en esta última a cada congresista se le elige por un periodo de dos años. Es decir, no se renuevan todas las instituciones al mismo tiempo, ni siquiera se renuevan en su totalidad. Por eso ni la composición del Senado ni la de la Cámara de Representantes es nunca el reflejo fiel del sentir del Presidente y menos en este caso en el que sabemos que Trump no solo no es miembro del partido republicano sino que incluso parte de él lo ha rechazado abiertamente.

Es difícil de entender, es otra cultura política totalmente diferente de la que tenemos en España. Los padres de la patria y creadores de la Constitución se esforzaron por crear un sistema que impidiera la aparición de cualquier clase de dictador. Es un sistema complicado que ni la inmensa mayoría de sus ciudadanos conoce, pero funciona.

Donde más autonomía tiene el Presidente es en la política internacional y aun así no puede ratificar tratados internacionales sin la aprobación del Senado.

Hablando de política internacional conviene recordar que Hillary Clinton fue la Secretaria de Estado de 2009 al 2013. La Secretaria de Estado es la encargada por el Presidente de las relaciones internacionales. Ella fue la principal alentadora de la denominada “primavera árabe”, que derrocó a los “dictadores” que estaban conteniendo a los radicales islámicos en Libia, Egipto, Túnez y Siria, que se ha salvado por la firme ayuda de Putin. En definitiva, ella tiene responsabilidad en la expansión del islamismo radical.

Esos movimientos islámicos que asaltaron el poder tras la “primavera árabe” comparten la misma interpretación salafista del Islam que rige en Arabia Saudita. El grupo autodenominado “Estado Islámico” fue creado y financiado desde Arabia. Después a los del Estado Islámico se les subió el poder a la cabeza, se desmadraron y se autoproclamaron El Califato, lo cual ya era discutirle a Arabia la máxima autoridad en el Islam. Por eso, ahora Arabia está en la coalición de países que les combaten aunque sin mucho entusiasmo.

¿Soy yo el único que tiene la sensación de que Obama no ha querido acabar con el Estado Islámico? No, muchos lo piensan. Incluso se le ha acusado de ser musulmán. En cualquier caso, mientras Estados Unidos, junto con Arabia y otros, decían combatir al Estado Islámico, éste fue expandiéndose por la zona de manera que realmente amenazaba con apoderarse de toda Siria e Irak. Solamente cuando entró en juego Rusia el Estado Islámico empezó a retroceder y se empezaron a recuperar ciudades que tenía bajo su poder.

¿Todo muy extraño? Ahora sabemos, Bernie Sanders se lo echó en cara a Hillary Clinton, que Arabia también ha estado financiando a la Fundación Clinton. Las piezas terminarán por encajar.


Si creemos a Trump, él sí tiene intención de acabar con el Estado Islámico, con la guerra en Siria y con el río de refugiados que se desborda sobre Europa. Si efectivamente acaba con la guerra y deja al Estado Islámico reducido a lo que ahora es Al Qaeda, bendito sea.

¿Y la xenofobia qué?

¡Ah! Sí, la que le lleva a prometer construir un muro en la frontera con México. Bueno, igual a la gente se le ha olvidado que ese muro ya existe. No en toda la frontera pero sí en las zonas por donde pasan los indocumentados.
El muro lo empezó a construir el Presidente demócrata Bill Clinton, marido de Hillary Clinton, hace 22 años, en 1994.
Quizás cuando Trump hablaba de construir ese muro hablaba en sentido figurado o quizás se refería a tapar los túneles que han hecho para saltárselo.
En cualquier caso, entre los puntos que ha publicado que acometerá en los cien primeros días está la expulsión de los indocumentados que cometan delitos. En eso consiste su xenofobia.


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