Su itinerario espiritual le ha llevado desde el ateísmo al cristianismo de la mano de las tradiciones, signos y símbolos de la culturas mayas presentes en su patria de adopción, México, y Guatemala.
Al menos la punta de un ala de un ángel ha tenido que intervenir en su vida. De otra manera no se explica que se hayan producido tantas coincidencias, que Chico se haya dado cuenta de ellas mientras para todos los demás han pasado desapercibidas y que, además, las haya encontrado sentido y significación.
Todos habíamos oído decir que los nativos americanos tenían unas profecías que anunciaban la llegada de los españoles y por eso les recibieron bien, con pocas excepciones, no solamente porque los españoles ayudaron a liberarse a la mayoría de la población de la opresión a la que estaban sometidos por parte de los que los esclavizan y sacrificaban en macabros rituales.
Chico ha encontrado en aquellas culturas la conexión con el cristianismo, en forma de una providencial preparación al mismo, como una profecía que se cumplió y que sigue cumpliéndose.
El autor, con toda la riqueza de verídicas referencias arqueológicas y tradiciones mayas, no pretende, sin embargo, vender su obra nada más que como literatura y como una llamada a abrir nuestra mente y nuestro corazón a Dios y a volver a conectar con la naturaleza. Entiende que tanto la naturaleza como la humanidad están amenazadas de muerte por los demonios que se esconden detrás del poder destructivo de la técnica y la avaricia que lo invaden todo.
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